miércoles, 5 de diciembre de 2007

Capital y trabajo

Se produjo una separación creciente entre capital y trabajo. El dueño disponía del dinero y era propietario de las máquinas, mientras que el proletario proporcionaba solo la fuerza de trabajo. A cambio del salario el proletario vende su fuerza de trabajo.

Ante la competencia entre las empresas, se invierte en maquinaria, reduciendo al mínimo el coste de la mano de obra. Los salarios no eran fijos, podían reducirse por multas o por circunstancias totalmente ajenas a la vida de la empresa.


Además, la búsqueda de mano de obra más barata provocó el trabajo de mujeres y niños, que percibían salarios más bajos. La falta de horas de sueño, los trabajos inapropiados, la carencia de condiciones higiénicas, hicieron estragos. Se legisló para proteger a mujeres y niños y reducir el horario de trabajo, pero estas legislaciones, en muchos casos, no pasaron del papel. Otro problema agobiante fue el de los horarios excesivos. El manejo de una máquina resultaba menos extenuante que el de una herramienta preindustrial, pero el alargamiento de la jornada anuló todas las ventajas.

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